Hace unos días las redes sociales
ardían ante el comentario realizado por el periodista Javier Mérida en una
tertulia deportiva futbolera. Comentaban la posibilidad del fichaje de
un jugador que hace un par de años confesó haber agredido a su pareja. El
periodista soltó entonces la siguiente perla: “con dos copas de más, pegarle una guantada a tu mujer no es agresión ni
maltrato ni nada”. Añadiendo que, además, ella le había sido infiel.
Ante el revuelo que se formó en
Twitter, este “señor”, lejos de disculparse y recapacitar por la barbaridad que
había dicho, empeoró aún más la situación. Colgó, entre otros, un tweet con un
enlace a la noticia de la infidelidad y añadió que “No he justificado nada. Me limité a contar por qué le pegó el puñetazo.
Que no debió, claro, pero no fue por gusto”. Vamos, el ‘si le pega algo
habrá hecho’ y ‘se lo merecía, por puta’ de toda la vida. Para no justificar la
violencia de género, Javier Mérida, lo disimulas muy bien. Además, habló de denuncias falsas y “feminismo aprovechado”.
Nos suena el discursito, ¿verdad?
Más tarde, después de que la
Asociación de Prensa de Sevilla publicara una nota condenando sus
declaraciones, el periodista se disculpó diciendo que “Mi única defensa, y tibia, es que en el calor de una tertulia, y con
voces entrecortadas al no estar todos en la misma sala, a veces no se piensa lo
que se dice, y luego no hay tiempo de matizar ni de rectificar. Pero, insisto,
es tan vaga esa aclaración que solo resta insistir en mis disculpas más
sinceras. No volverá a ocurrir. Mi perdón más arrepentido.”
Pero, ¿sabes qué pasa? Que el
problema de la gente como tú es precisamente el contrario: lo decís porque lo
pensáis. Tus disculpas no valen nada, pues de lo único de lo que te arrepientes
es de haber hecho ese comentario en público.
Igualito que el señor Tim Hunt,
que lo que lamenta es haber dicho esas
cosas en presencia de todos esos periodistas.
Quien llega al punto de
justificar la violencia contra las mujeres no lo hace por ser un enfermo ni un
loco. El machismo está presente de muchas formas, unas más difíciles de
percibir que otras, pero todas hacen daño y contribuyen a que las mujeres sigan
sufriendo desprecios, humillaciones, agresiones y asesinatos.
Cuando en una reunión, fiesta,
comida familiar, etc., reprochamos un comentario machista se nos tacha de
exageradas, amargadas, aguafiestas. “No empieces con eso, que estamos de
broma”. Pero resulta que la gente que hace comentarios como los de J. Mérida (o
Tim Hunt, o León de la Riva, o Arias Cañete, o…) en público, se atreven a
hacerlos precisamente porque antes, en privado, entre risas, han sido
aplaudidos, tomados a broma y no censurados. El machista se siente respaldado,
justificado, apoyado, comprendido. Y, así, día tras día. Hoy le ríen un chiste
sobre las mujeres y las baldosas, mañana miran para otro lado ante un “esa es una
guarra”, al otro callan ante un “si les pegan es porque lo consienten”…Hasta
que un día, llega a una radio y, como si nada, justifica la violencia de
género.
¿Cuántos maltratadores habrán
sentido que lo que hacen está bien al escuchar las declaraciones de Javier
Mérida? ¿Cuántas mujeres habrán desistido de denunciar a su maltratador porque
al escucharle han sentido que, quizá, lo que están sufriendo no es para tanto o
incluso lo merecen?
“El temita” es lo suficientemente serio como para tener que mordernos la lengua y callar, sea ante un desconocido o un familiar y estemos en la cola de la pescadería o en una cena de Nochebuena. Cuando callas, le estás dando fuerzas para subir un escalón más.
Y, hablando de callar, no me olvido del silencio cómplice de los compañeros de profesión de J.Mérida. Entristece pero, por desgracia, no sorprende. Por cobardía o por corporativismo, han decidido callar. Y, quien calla, ya se sabe…
También se echan de menos
respuestas desde más arriba. ¿Se imaginan el escándalo si un periodista dijera en una radio
algo así como “Sí, el etarra le disparó, pero es que él no quería darles la
independencia!”?
¿Parece una comparación demasiado
fuerte? Quizá sea el momento de recordar que, sólo en los últimos diez años, han
sido asesinadas por sus parejas más de 700 mujeres.
Pero está claro que hay temas y “temitas”.